No es fácil saber perder con elegancia, felicitar y agradecer al vencedor el tiempo que nos ha dedicado. El respeto y la alabanza al contrario ponen de relieve un corazón generoso, grande en los momentos grandes y en los amargos.
El hecho de que el niño se enfade cuando pierde es una reacción normal. A nadie le gusta perder, y menos a un niño. Ellos lo viven como un fracaso, y como viven en el presente, el futuro les queda muy lejos, y por tanto les cuesta darse cuenta que perder una batalla no significa perder la guerra.
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